Al borde del silencio

Llamaron.
Ningún sonido después.
No me levanté.

El café estaba frío,
pero lo bebí
como si fuera una señal.

Alguien pasó,
quizás el cartero,
quizás Dios.

El periódico era de ayer.
Ninguna noticia que conociera.
Ninguna imagen que hubiera visto.

Esperé.
No a algo concreto.
Solo a lo que queda
cuando ya no llega nada.

La silla enfrente seguía vacía.
Desde hace semanas.
Quizás años.

Aun así hablo.
No por esperanza.
Solo por costumbre.

Llamaron de nuevo.
No fuerte.
Más bien como un recuerdo.

— ¿Quién eres?

— Silencio.

— ¿Por qué vienes ahora?

— Una vacilación, un latido.

— ¿Eres tú la respuesta?

— Un “sí” suave,
que solo nació en mí.

Quizás ya estás aquí
y no entendí
cómo se te escucha.

Entonces, solo silencio.

Abrí la puerta en silencio,
estaba listo para morir.

Pero detrás —
nada.

Estuve allí un rato,
la mano firme en el pomo.
Escuché el silencio,
nada.

Quizás eso fue todo.
Sin final, sin comienzo.

Cerré la puerta.

Y sin embargo, algo se había ido.
Quizás el miedo,
quizás Dios mismo.

error: